viernes, 29 de julio de 2011

¡Bienvenido, Mr. Morris!

Echaba de menos cuando podía contar el tiempo mediante cigarros. Solía llamarse a sí mismo jocosamente "Doctor Jekyll", como el de la obra del bueno de Stevenson. Consideraba que estaba maldito, pues cuando se comunicaban con él, parecía que cogiese las palabras, las mezclase y luego las interpretase. Sin duda, el Pecado Capital que le definía por experiencia era el de la ira, sin lugar a dudas. Pero en ese preciso instante, se había saltado las normas, mediante una bomba de humo, así que se sentía relajado. La lluvia golpeaba de manera incesante las persianas verdes de la habitación, que estaba iluminada apenas por el brillo de la pantalla del ordenador. Un estruendo, proviniente del enfado de los cielos, resaltó sobre las notas de la música enajenadora que se colaba entre sus oídos gracias a los cascos, conectados al aparato que iluminaba a duras fuerzas una parte de la habitación.

Miraba hacia el cenicero con frecuencia, y su mirada dejaba ver una mezcla entre deseo y autorepresión. Entonces, miraba hacia otro lado de manera automática. Las gotas de lluvia seguían immolándose contra el suelo y diversas partes de la casa. Era sin duda, gratificante el olor a tierra mojada que se desprendía del patio y se colaba entre las rendijas de la persiana.