lunes, 9 de noviembre de 2009

Ciao

Todavía guardo el sabor de sus labios en los míos, todavía está caliente su lado de la cama. Sólo han pasado minutos y me parecen horas, es duro saber que nunca volveré a sentir su abrazo, su dulce frescor erizándome la piel de la nuca cuando suspira en mi espalda. No volverán a mirarme sus cristalinos ojos, ni podré suplicarle clemencia con una mirada ni que se me vuelvan a hacer eternos los segundos que pasan antes de que vuelva a besarme. Se fueron sus manos de porcelana, sus ojos de gata y ahora me siento vacío. ¿Por qué eso de las segundas oportunidades es sólo un mito de las películas? Se fueron sus labios rosados, junto su cabello de seda, se fue como con un tintineo, dejándome hundido, llevándose consigo lo que quedaba de mi alma, se fueron ella y su perfume.

lunes, 2 de noviembre de 2009

American Beauty tribute

Era uno de esos días en que está a punto de nevar y el aire está cargado de electricidad, casi puedes oírla, ¿verdad? y esa bolsa estaba... bailando, conmigo, como un niño pidiendome jugar... durante 15 minutos. Es el día en que descubrí que... existe vide bajo las cosas y una fuerza increiblemente benévola que me hacía comprender que no hay razón para tener miedo... jamás. El video es una triste excusa, lo sé, pero me ayuda a recordarlo. Necesito recordarlo. A veces hay tantísima... belleza... en el mundo, que siento que no lo aguanto y que mi corazón se está derrumbando.

Hacía mucho que no actualizaba y hoy me he levantado con ganas de dedicarle algo de tiempo a algunas de esas horas que considero, tan bien he invertido en mi vida, como es viendo esta película. =)

lunes, 19 de octubre de 2009

Nihilim admirari

Todavía le encuentro algun tipo de atractivo a eso de decir una parte de mentira y otra de verdad en todas las palabras que trato de juntar con algo de sentido y escupo. En cierto modo me reconforta, me hace sentir que aún tengo una buena mano en este estúpido juego al que jugamos cada día. Incluso en esas estúpidas preguntas que sólo caben a un sí o un no, esos monosílabos son los que más me gusta cubrir. Todavía recuerdo la última vez, hace escasas horas, en un barrio por el que seguro que nuestro todavía queridísimo presidente no se atrevería a cruzar sin por lo menos el doble de sus "pitbulls" que le suelen acompañar a diario. Tiene que ser duro vivir en un entorno en el que te obligan a sonreír aunque por dentro sientas que estás traicionando a lo que siempre creíste, todos esos valores que te inculcaron alguna vez de pequeño, cuando todavía pensabas que decir la verdad, no robar o incluso ser escrupuloso te llevaba a todos los lados. Cuantísimas tiernas edades arrebatadas por nada más que algo así como el ansia de sólamente un poquito más de poder... y bueno, siguiendo por ese barrio tan marginal, déjame que te cuente, yo no suelo bajarme a por lo que nosotros solemos llamar como el "tema", detesto pisar este tipo de suelos, qué se le va a hacer, yo tengo el paladar selecto. Prefiero ser el que pone el pellizco grande y se queda esperando en el coche, esperando a ser en unos instantes el hombre más valiente y el más sabio gracias a esa energía... sí sí, esa energía que se respira... no no, hombre, no me refiero a oxígeno, eso lo tenemos todos. Me refiero a algo mucho más caro, algo que únicamente podría tener alguien con dinero. En fin, sentirme tan importante que ni siquiera mi compañero de drogas pudiese comprender. Y debo decir que soy totalmente contrario a estas cosas, pero como mi padre decía, o mejor, como mi padre podría haber dicho, es posible que algunas veces en la vida cada uno deba romper totalmente con su pasado, ni por ética ni por moral, sino por la mísera curiosidad o lo que cojones quiera que sea. "No, yo no quiero, este es mi regalo, todo para tí". Todavía recuerdo esa especie de sensación, deslizándose por mi garganta y por todo mi cuerpo, todavía me recuerdo hace algun minutos recordándola, pero por alguna razón sólo recordándola.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Ad nauseam

Salí por el umbral de la puerta. La calle estaba relativamente oscura, aunque no porque fuese de noche, en realidad era por la mañana. Miré al cielo y me asombré al ver todos aquellos enormes edificios que entre todos, contribuían a hacer un poquito más dificultosa la tarea de hacernos llegar luz y calor, del más grande y brillante de todos los astros. Casi pude senti como si éste me guiñase un ojo desde lo más alto de su cúpula celeste, aunque me avergoncé al no poder devolverle la mirada, pues me habría quemado los ojos. Las farolas apagadas no dejaban de resultarme curiosas, alineadas de aquella manera, como si fuesen soldados rasos esperando las órdenes de un superior, postradas frente al gran imperio asfaltado, lleno de caballos, o más bien de cajas metálicas que devoran petróleo(aunque eso sí, con un exquisito gusto ya que éste es refinado) y están llenas de caballos. Definitivamente no comprendo el arte contemporáneo, no soy capaz de discernir la función de una gran mano hecha de cables de cobre que sujeta un cristal roto, aunque esté plantada justo en el medio del único lugar que conserva algo de verde. "Sólo somos peces de ciudad", me dije, a la vez que me sentía minúsculo, tan diminuto que no pude hacer otra cosa que seguir caminando, tratando de no parar, tratando de no parar ninguno de todos estos engranajes que hacen que todos nos movamos, tratando de no ser ningún estorbo para nuestra sociedad.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Any other name

Hoy al levantarme, el día me recompensó con una agradable vista, por haber mirado a través del cristal: los rayos del sol habían espantado a las oscuras nubes y una suave brisa mecía las todavía verdes hojas de los árboles, casi haciéndome creer que no habíamos dejado atrás el verano, casi haciéndome creer que todas aquellas hojas no caerían jamás y que el invierno no llegaría a helar nuestros pobres corazones, tampoco el mío. Hay quien habría tenido ganas de gritarle al mundo, de informarle de su presencia, como si este no se hubiese dado cuenta ya de que alguien más quiere hacerse notar. Pero yo en vez de eso, me levanté con ganas de decirle al mundo que se equivoca, que se ponga como se ponga, no tiene razón. No hay cosa que le levante más el ánimo a uno que ver de buena mañana las sonrisas de los vecinos, saludando, incluso aquellos músicos que sacan ánimos de donde no los hay( y es que estamos en tiempos de crisis) e inundan nuestras calleas de una embriagadora música que cuanto menos hace sonreír a quien la escucha. Sin embargo, no puedo evitar mirar más allá e intentar vislumbrar detrás de todas aquellas sonrisas, por no hablar de los cantos de los animales o incluso de las sugerentes voces de los locutores de radio y estar seguro de que allí detrás hay mucho más de lo que nos están dejando ver u oír, tantísimas historias que ignoramos, que tiempo atrás hubiésemos escuchado al pie de una hoguera, por ejemplo y que gracias a lo que nos hemos convertido, es más que poco probable que las lleguemos a escuchar en algun momento y es que nadie da nada por nadie, a nadie le importa nada más que sí mismo y si acaso de quienes le rodean. Bendita sociedad de bienestar. Nos preocupamos porque no podemos comprarnos un coche que nos gusta, o algunas aspiraciones más o menos pretenciosas, de tal manera que incluso podríamos llegar a sentirnos mal y volvemos la cabeza hacia un lado, cuando la caja tonta nos recuerda que día a día mueren de hambre nosécuántas personas(y en realidad, y a pesar de que lo he escuchado muchísimas veces, no sabría ni acercarme al número) y podemos seguir comiéndonos ese plato de verduras(y en algunos casos no sin dejar de hacerle ascos), pero eso sí, nos preocupamos y tememos al nuevo mal del siglo XXI, algo así como la gripe que llevamos sufriendo desde hace siglos, sólo que a esta le han cambiado el nombre(y es que los hermanos no pueden tener el mismo nombre), girando esta vez la cabeza en sentido contrario, para no ver que otros tantos mueren en África también cada día debido al consumo de agua contaminada, que les provoca diarreas(qué gracioso, se mueren de eso, ja ja ja... oye, Juanito, ¿has visto mi nuevo juego de PSP?) que podrían curarse con sueros que no llegan al precio de un mísero euro. En fin, los hay que se pasarán la vida quejándose. Me voy a desayunar mi leche con galletas, me sentará bien.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Lies, lies, surprise

Miré fijamente a su párpado cerrado, y la espera se me hizo tan larga que podría haber contado todas y cada una de sus larguísimas y negras pestañas. Me recompensó al abrirlo, con un iris inconfundible, un color tan vivo como el de la más hermosa de todas las esmeraldas y a la vez toda la enigmacidad de los ojos de un felino. Recorrí todo su cuerpo con mi mirada, dejando sólo tras de mí un pequeño rastro de pasión, hasta encontrarme con su brazo. No podía dejar de mirarlo y es que esa piel parecía hecha de porcelana. Tal era el asombro que no era capaz de hacer otra cosa que deleitarme y soñar con ser capaz de besar aquel manto que embellecía por igual todo su cuerpo. Pude sentir casi como si la música que sonaba se fundía conmigo, haciéndome levitar e imaginar casi lo más cerca que pudiese estar de que mis labios pudiesen siquiera rozarla. Lentamente acerqué mis labios y lo primero que pude sentir fue su dulce tacto, para dejar paso a una agridulce necesidad de más y de éxtasis. Era incapaz de articular palabra y hubiese sido extremadamente complicado describir tal sinestesia experimentada por mi cuerpo, tal mezcla de sentimientos y sensaciones. Sólo pude expresarlo con un beso. Besé una y otra vez ese brazo, unas veces lenta y otras rápidamente, pero los besos llegaron a saberme a poco y no porque fuesen poco valiosos, pero necesitaba más, como dije antes. Mordí con cautela el dulce manjar de su piel y sentí como se estremecia sin dejar de mirarme. De vez en cuando me recompensaba de nuevo con una de sus sonrisas, pero en ese preciso instante no podía dejarme llevar por su rostro angelical y seguí, no sin dejar de mirarla, haciendo como que la devoraba. Nunca antes había deseado lo imposible y posiblemente nunca vuelva a hacerlo, pero quise con todas mis fuerzas poder detener el tiempo en aquel preciso instante, congelarlo todo y hacer que unos segundos durasen para siempre.

martes, 8 de septiembre de 2009

Cuento de hadas

La noche estaba más oscura que de costumbre, la luna y las estrellas se estremecían sólo con pensar en dejarse ver. El cielo lloraba. No encontraba sentido alguno en buscar cobijo, y es que ni todas las lágrimas de las nubes podrían hacer que él se helase más. Con desprecio miró al cielo y sin ningún tipo de reparo, agarró el lienzo que llevaba cargando durante varias horas y lo colocó sobre una piedra, respaldado por otra. Tenía ganas de pintar. Preparó como siempre sus mezclas de colores, aunque algo más aguados que de costumbre y es que aquellas pequeñas gotas arremetían con fuerza con todo lo que se colocaba a su paso. Al dar la primera pincelada sintió como si algo se apagase dentro de él y empezó a sentir aquellas gotas algo más frías. Con un esfuerzo sobrehumano, poco a poco siguió con las pinceladas y helándose cada vez más. Con la última pincelada, quedó plasmado el cuerpo y rostro de una mujer, separados el uno del otro, aunque fue una pintura de lo más poco uniforme y es que la lluvia hacía imposible que todo aquello cobrase algo de sentido para cualquiera, salvo él. Estuvo dándole vueltas y observando su dibujo y algo le oprimía dentro del pecho, había algo que no le permitía librarse de toda aquella amargura que le castigaba y es que sentía como si no hubiese plasmado en la imagen todo el dolor que había podido llegar a sentir. "Me falta el rojo...", musitó. Pero aunque mezclase colores, no lograría formar el rojo que él deseaba y tras una breve reflexión, frunció el ceño. Las gotas de lluvia resbalaban con soltura por todo su cuerpo, como si no quisieran permanecer ni un segundo más frente a tantísimo dolor. Al cerrar los párpados, fue como si se hubiesen apagado dos estrellas, pues no se podía discernir ni un ápice de luz de la luna reflejado en sus ojos de color azul cristalino. Apretó sus labios con fuerza y sacó el cuchillo que guardaba en el cinturón, todavía lleno de sangre, casi caliente. Besó el cuchillo en nombre de quien se lo dio todo y luego se lo quitó y apretó con fuerza la cortante hoja contra su muñeca izquierda, luego hizo lo mismo con la derecha. Le llevó varios minutos, pero por fin sentía brotar los borbotones de su dulce vida, marchándose segundo a segundo, ofreciéndole aquel color que tanto anhelaba. Se apresuró a bañar el pincel en sus heridas y finalmente añadió el tono rojizo que rodeaba el cuerpo de la mujer. Ya sólo le quedaba sentarse a esperar. Nunca pensó que pudiese quedarse dormido en una situación como aquella, abrazando el cuadro de su amada, con el cielo prestándole las lágrimas que ya no tenía, nunca pensó que no volvería a despertar.

sábado, 29 de agosto de 2009

To Ángel :)

Somos tantas cosas, que quisiera no necesitar una canción triste cuando de veras necesite llorar. Somos corazones que deambulan por el mundo, buscando un poco de caridad de otro ajeno, que nos diga que nos quiere, que por aunque fuese sólo un segundo nos dijera lo que necesitamos escuchar. El invierno llega a nosotros, y nos marchitamos como hojas que bailan sedientas de más vida al son de una dulce melodía que proviene del viento y nos sienta en nuestro sitio, con el habitual frío, con la habitual senación de abandono, de una triste noche en soledad. Y entonces, ¿qué nos queda? Nos queda un despertar amargo, donde sientes a personas o incluso cosas que se han cerciorado de todo antes que tú, como un triste pero feliz pajarillo que se posa en las ramas de un árbol, que no puede sentir ni a duras penas todo el dolor que acumulamos los seres humanos, que no comprende cómo está todo montado, que no es como nosotros y por eso es feliz. :)

viernes, 28 de agosto de 2009

Como solía hacer cada noche, se sentó a ver pasar las horas, mirando de vez en cuando hacia la ventana. Había llegado el invierno, aunque sólo en su corazón. Era una noche de primavera en las nubes volvieron a llorar y olía a tierra mojada. De alguna manera le reconfortaba escuchar los golpes de las gotas al chocar contra el cristal. De pronto, un ruidoso relámpago rompió con toda su furia con el apaciguador silencio que le rodeaba, por un momento creyó que estaba vivo de nuevo, pues ello le hizo estar a punto de dar un pequeño salto. En vez de pensar en ello, miró de nuevo impasivo desde su ventana. Otra cosa que le hacía sentir levemente mejor, o siendo sinceros, un poco menos mal, era ver golpear las hojas húmedas de un árbol que se hospedaba justo en frente de su casa, mecidas por el viento, que, incesante, jugueteaba con aquellas hojas como lo hacen los hermanos entre ellos. Se sentía todavía un poco orgulloso, pues había sido siempre un combatiente digno y había soportado inimaginables penúrias de todos los tipos: rubias, morenas... ¡hasta incluso pelirrojas! Pero su último combate le dejó peor que derrotado, lo dejó sin ganas de volver a combatir, compadeciéndose de sí mismo minuto a minuto, segundo a segundo, alternando por momentos entre esta vida y la otra. Sin embargo, entre lastimeos e interrumpidas copas de whisky, tras otra larga noche, vio que empezaba a amanecer. "Siempre vuelve a amanecer", se dijo y una pequeña sonrisa se pudo dibujar en la comisura de sus labios y pese a que no lo hizo, el simple hecho de que fuese posible le resultaba alentador, sólo alentador.

martes, 25 de agosto de 2009

Dolor

Otra vez nos vemos las caras, viejo amigo, no te recordaba o por lo menos no de esta manera. Te ves más frío y demacrado que de costumbre y esta vez tu dulce sabor me resulta tan amargo... Todavía sueño en algunas noches que te pierdes y jamás volvemos a encontrarnos, en realidad es en lo primero que pienso las pocas veces que logro olvidarte del todo, que quizás por esta vez no vuelva a verte, pero cada vez me sorprendes y de una manera nueva y distinta, cada vez más tú, cada vez más difícil se me hace olvidarte y volver a pensar que no existes. Recuerdo antaño, nos veíamos de vez en cuando, cuando se me rompía algún juguete, cuando todavía no me hacían llorar las chicas. A ratos envidio aquellos tiempos, donde lo más importante estaba fielmente rodeado de pequeñas cosas, algunas materiales y algunas otras no y no importaba cuánto puedas llegar a querer, sino cuánto estás dispuesto a ensuciarte. Miro con tristeza algunos tiempos de atrás y no puedo evitar sonreír con nostalgia, añorando en silencio aquellos momentos amargos que en tiempos de flaqueza siempre recordamos como mejores... ¡qué tiempos aquellos! Dolor, viejo amigo, ¿por qué me visitas en esta ocasión? Ambos sabemos que somos buenos amigos, pero a pesar de todo no te echo en falta, ¿por qué me torturas y te posas cruelmente sobre mi hombro? Te invito nuevamente a que te sientes a mi vera, en el rincón frío y oscuro, para que veas que una noche más me dejo ganar en mi diario pulso a la locura. Quizás estas ninfas que me rodean sepan cómo nos sentimos tú y yo, fiel amigo y quizás sólo un poco de nuestro llanto sirviese para amargar sus dulces mejillas y fruncir sus rostros de porcelana. ¿Por qué has vuelto?

sábado, 15 de agosto de 2009

Soledad

Es como una sensación, un sentimiento que se forma lentamente y cobra fuerza en mi imaginación, algo que me lleva a pensar que nuestros actos, cuanto hacemos, siguen algún tipo de orden o ley mística, que no ocurre nada porque sí, como si una fuerza extraña impulsase a las cosas a ser como son, como si todos fuésemos marionetas regidas por unos interminables hilos que nos mueven a su antojo. Te invito a que te sientes aquí a mi vera, en mi rincón oscuro, donde cumplo mi condena en silencio, en soledad. Es triste e inimaginable a la vez el ser capaz de sentirse igual que el vacío, te invito a que vengas donde nuestras heridas se unen y el dolor es compartido, siendo así sólo medio dolor. Vamos, siéntate a mi lado, no tengas miedo, prometo no tocarte con mi mano fría, ¿acaso le temes a la soledad?

miércoles, 12 de agosto de 2009

Con más ganas de escribir que de respirar

Sigo aquí esperando, marchitándome cada día un poco más y quemándome por dentro a la vez. Es como algo vivo dentro de mí, como algo con una voluntad superior que me guía y ordena las cosas. Es algo contra lo que uno no puede luchar, y cuanto más lo intentes, será peor. En cierta ocasión intenté hacer como que no existía, que nunca me había ocurrido, en definitiva, intenté hacerme creer a mí mismo que yo no tenía un problema. El tiempo me dijo lo contrario, y es que una vez sientes que es el mismísimo reloj quien te susurra, está clarísimo que tienes un problema. Intenté luchar contra ello, pero definitivamente es superior a mí. En ciertas ocasiones he tenido la tentación de mandarlo todo a la mierda, de darme un suspiro a mí mismo y poder descansar de una vez por todas, pero siempre me pide más y más. En una ocasión te pregunté cómo lo haces tú para poder vivir con ello y recuerdo perfectamente que me respondiste: "sé como el agua". Nunca entendí tu afirmación, pero pienso que es lo más bonito que escuché jamás. No sé como es el agua, pues nunca tuve el placer de poder ser como ella, pero lo cierto es que debe ser maravilloso. Volviendo a mi adicción, ¿nunca has sentido la imperiosa necesidad de hacer algo? Como si todo lo que llevas dentro se precipitase a un mismo punto, a la altura del pecho e hiciese cuanto pudiese por salir al mismo tiempo que el resto. Como si cada vez que respirases lo hubieses hecho más rápido que la anterior y una extraña sensación de asfixia, como si el aire fuese un preciado bien que no nos correspondiera. El pulso tiembla y no puedes pensar en otra cosa. Se trata de una sensación muy difícil de describir, en realidad lo es tanto como describir lo que sentimos al estar enamorados o llenos de ira. Ah, se me olvidó decir que el corazon palpita con más fuerza cada vez, como un guerrero que lucha cada vez más y más por hacerse con la victoria. Los hay que son adictos a las drogas, al alcohol, al juego o incluso al sexo, en cambio yo, cada vez que algo sucede, soy consciente de que tengo que plasmarlo en una hoja para poder recordarlo mientras viva, y es que todos los buenos recuerdos vivirán mientras los recordemos.

sábado, 8 de agosto de 2009

Colocón

Todavía sigo aquí, encerrado entre estas cuatro paredes, esperando a que vuelva. Sé que volverá. Le conservo como si de un recuerdo se tratase, frío y distante casi siempre, aunque muy cercano y cálido cuando no puedo dejar de pensarle. Miro hacia atrás en el tiempo y no puedo dejar de sentir que siempre estuvo allí, que nunca faltó en mi vida, que nunca hubieron lágrimas tras su marcha. Pero ahora ya no está aquí. Me queda de su recuerdo un amargo, aunque a la vez dulce olor, una especie de embriagador perfume que me acompaña todas las noches y me permite soñar tranquilo durante unas horas, no sin después despertarme sudando, agitado y queriéndome volver a dormir para poder verle una vez más. No es que esté encerrado, realmente la puerta está abierta, pero es que no quiero dejar este lugar, porque: ¿y si regresa y no me encuentra? Comer y beber es prescindible, verle no, aunque fuese sólo por unos minutos, o quizás segundos.

jueves, 6 de agosto de 2009

Pulso a la locura

Tenía mucho sueño, pues acostumbraba a acostarse muy tarde. A pesar de ello, le despertó la música del piano que se colaba por su puerta medio cerrada. Estaba oscuro y no podía distinguirse casi ni un solo ápice de luz, salvo un pequeño rayo que se colaba por un pequeño agujero de una de las cortinas, probablemente alguna inocente polilla se habría dado un festín. Le estresaba tener que madrugar, y más que le despertasen, aunque aquello le provocaba cuanto menos curiosidad, porque él vivía solo, o al menos desde que su amada sucumbió ante la tisis. Se desplazó lentamente por el lúgubre y angosto pasillo y se detuvo por un instante, justo antes de entrar, para poder escuchar detenidamente las notas de la melodía, "si se trata de un ladrón, al menos tiene buen gusto para la música". Le palpitaba el corazón y el hecho de llevar un pijama a rayas de color azul claro y azul oscuro le provocaban una irremediable sensación de vergüenza. Al tocar el pomo de la puerta, un escalofrío le recorrió todo el cuerpo, pues éste estaba helado. Se acarició el bigote y se colocó nerviosamente las gafas, luego giró el pomo y abrió rápidamente la puerta. La música cesó. Al entrar no pudo evitar hacer crugir las maderas del suelo, y lo más sorprendente, no había nadie allí. La chimenea estaba apagada, tal y como la dejó la noche anterior. Las enormes estanterías seguían repletas de libros y la mesa seguía igual de repleta de basura que hacía algunas horas. ¿Qué había pasado? ¿Acaso se trataba de otra pesadilla? ¿Y de una broma de mal gusto? "Habrá sido mi imaginación", se dijo. Se dio media vuelta y agarró el pomo helado de la puerta, disponiéndose a salir, cuando de pronto escuchó tocar una tecla del piano. Raudo, se giró e inspeccionó toda la habitación. No encontró a nadie. Desquiciado, aunque refugiándose de nuevo en su imaginación, se decidió a abrir de nuevo la puerta, tocando un pomo cada vez más helado, cuando súbitamente volvió a sonar el piano y esta vez, sin girarse, abrió la puerta, justo después de echarle su último pulso a la locura y cuando dio el primer paso, sonó el piano como si hubiese recibido el más fuerte de los golpes. Con su corazón en un puño, se dirigió hacia el retrato de su amada que había colgado en lo alto de la chimenea. "¡¿Sois vos, amada mía?!" Recordó entonces, que en su lecho de muerte, ella le pidió que jamás la olvidara y que siempre estaría con él. "¿Acaso creéis que os he olvidado?", dijo con la mirada fija en el enorme cuadro, "¿Acaso creéis que deseo algo más que dejar esta vida para volver con vos?", dijo, aunque esta vez una lágrima se deslizaba lentamente, naciendo de su ojo izquierdo y deslizándose hasta su mejilla, para luego perderse. Repitió lo mismo una y otra vez, aunque golpeando con fuerza la pared que sostenía el cuadro. Como si de por arte de magia se tratara, el cuadro cayó de la chimenea, hasta aterrizar con su esquina en la cabeza de él, haciéndole caer también y golpeándose fuertemente la cabeza contra la chimenea. Lo último que escuchó, fue una sonrisa, seguida por el sonido de una tecla del piano. Luego se volvió todo negro y reposó para siempre, tendido en el suelo y apoyado en un colchón de su mismísima sangre.

lunes, 3 de agosto de 2009

Juegos y lágrimas

Era una noche oscura, pues las grises nubes tapaban a sus fieles compañeras que le habían acompañado durante todas las pasadas noches, las estrellas. La luna se escondía tímidamente, sacando de tanto en tanto su brillante rostro para echar un ojo al joven viajero. Cabe decir que no era joven, ya que tenía el rostro algo demacrado y con algunas arrugas. Algunos de sus cabellos ya se habían tornado grises, lo cual tampoco le era muy favorable a la hora de pensar que podía ser joven, pero había algo que hacía indiscutible el llamarle así, y es que él todavía se sentía como si tuviese 14 años. Solía culpabilizarse de vez en cuando por considerarse un Peter Pan del siglo XXI, pero qué importaba, ¡al diablo con la sociedad! De veras regresaba a su niñez cuando llovía porque salía de cubierto para jugar en el barro, lo que más le devolvía a la vida era ponerse perdido de fango. Cuando había terminado de jugar con la tierra más que húmeda o en su defecto dejaba de llover, solía mirarse al espejo y medía su nivel de felicidad por cuanto barro llevaba encima. Él creía recordar que alguna vez le había llegado hasta la barba, ¡qué día aquél! Pero no nos desviemos del tema central, amigos, los recuerdos no dejan de ser recuerdos, a pesar de que algunas personas sean capaces de vivir eternamente de ellos. Las nubes, llenas de tristeza por haber ocultado a las estrellas, se estremecieron y gritaron, gritaron un fuerte rayo que cayó muy lejos, pero que hizo vibrar todo el suelo. El joven, ni se inmutó ante tal desgarbeo, aunque aquello le trajese recuerdos, recuerdos de días lluviosos. Las nubes siguieron entristeciendo y tal fue su sentimiento de desdicha que rompieron a llorar. Pronto le vino el olor a tierra húmeda y poco a poco fue haciéndose consciente de los besos de la lluvia sobre su rostro, aunque aquella vez no se puso a jugar, pues cerró los ojos y no sin antes volver a echar un último vistazo a la realidad, pudo verse tendido en el suelo, con unos hombres vestidos de colores muy chillones que habían salido de las ambulancias y le daban golpes muy fuertes en el pecho. Miró a su otro lado, y un hombre intentaba contener a los curiosos que querían al parecer, ser partícipes de aquello. Unos lloraban, otros se escandalizaban y unos pocos miraban de unas maneras muy extrañas. Dio por concluído su juego y miró por última vez a las nubes, que dejaron de llorar, luego cerró los ojos y vio pasar muchos momentos de su vida muy deprisa por delante de sus ojos, luego todo negro, después nada.

domingo, 2 de agosto de 2009

Tempus fugit

Consumía su tiempo cigarro a cigarro, viendo pasar cada segundo de su vida por delante de sus ojos, esperando a nada en concreto. No es que le quedase poco tiempo, o no por lo menos que él ni nadie supiese, pero no era la clase de persona que dijese con frecuencia frases como: "el tiempo es oro" o "tempus fugit". Tampoco es que no las dijese porque para él el oro fuese de color blanco y en polvo, o porque nunca en su vida hubiese escuchado ni una palabra de latín, sino porque probablemente nunca se había planteado qué hacer con su vida, y si lo hizo, había perdido ya la ilusión. Pero él sólo pensaba que era desgraciado algunas veces, y es que es inevitable que de vez en cuando la vida nos trate mal, sin embargo he de reconocer que cuando era su turno se lo tomaba de una manera pésima, pensando entre otras cosas que a nadie podía sucederle algo peor que a él. Por otra parte se sentía el hombre más afortunado del mundo cuando salían tres figuras iguales en la máquina y se podía deleitar con un agradable estruendo de monedas chocando contra la ranura, a decir verdad se sentía realmente bien cuando sólo por algunas horas llenaba sus bolsillos con infinidad de monedas. Aspiraba con la nariz con gusto hasta la última de aquellas monedas, era también un hombre de excesos y los excesos le llevaban a lo más alto de su ego, para arrojarle algunas horas más tarde por sorpresa hasta hacerle tocar el frío suelo, irónicamente, con su nariz, y es que pasaba de ser el hombre más grande(o por lo menos eso le gritaban los nobles caballeros de rojas narices y fétidos alientos a alcohol barato que aposentados en robustos taburetes, anhelaban que les invitase a otra copa más) a llorar desconsolado, siendo consciente quizás sólo por aquel momento de deliberada tristeza de lo miserable que podía llegar a ser la existencia de un ser humano, de cómo había tirado su vida una noche más por el retrete, o mejor dicho, de cómo la había esnifado una vez más.