sábado, 29 de agosto de 2009

To Ángel :)

Somos tantas cosas, que quisiera no necesitar una canción triste cuando de veras necesite llorar. Somos corazones que deambulan por el mundo, buscando un poco de caridad de otro ajeno, que nos diga que nos quiere, que por aunque fuese sólo un segundo nos dijera lo que necesitamos escuchar. El invierno llega a nosotros, y nos marchitamos como hojas que bailan sedientas de más vida al son de una dulce melodía que proviene del viento y nos sienta en nuestro sitio, con el habitual frío, con la habitual senación de abandono, de una triste noche en soledad. Y entonces, ¿qué nos queda? Nos queda un despertar amargo, donde sientes a personas o incluso cosas que se han cerciorado de todo antes que tú, como un triste pero feliz pajarillo que se posa en las ramas de un árbol, que no puede sentir ni a duras penas todo el dolor que acumulamos los seres humanos, que no comprende cómo está todo montado, que no es como nosotros y por eso es feliz. :)

viernes, 28 de agosto de 2009

Como solía hacer cada noche, se sentó a ver pasar las horas, mirando de vez en cuando hacia la ventana. Había llegado el invierno, aunque sólo en su corazón. Era una noche de primavera en las nubes volvieron a llorar y olía a tierra mojada. De alguna manera le reconfortaba escuchar los golpes de las gotas al chocar contra el cristal. De pronto, un ruidoso relámpago rompió con toda su furia con el apaciguador silencio que le rodeaba, por un momento creyó que estaba vivo de nuevo, pues ello le hizo estar a punto de dar un pequeño salto. En vez de pensar en ello, miró de nuevo impasivo desde su ventana. Otra cosa que le hacía sentir levemente mejor, o siendo sinceros, un poco menos mal, era ver golpear las hojas húmedas de un árbol que se hospedaba justo en frente de su casa, mecidas por el viento, que, incesante, jugueteaba con aquellas hojas como lo hacen los hermanos entre ellos. Se sentía todavía un poco orgulloso, pues había sido siempre un combatiente digno y había soportado inimaginables penúrias de todos los tipos: rubias, morenas... ¡hasta incluso pelirrojas! Pero su último combate le dejó peor que derrotado, lo dejó sin ganas de volver a combatir, compadeciéndose de sí mismo minuto a minuto, segundo a segundo, alternando por momentos entre esta vida y la otra. Sin embargo, entre lastimeos e interrumpidas copas de whisky, tras otra larga noche, vio que empezaba a amanecer. "Siempre vuelve a amanecer", se dijo y una pequeña sonrisa se pudo dibujar en la comisura de sus labios y pese a que no lo hizo, el simple hecho de que fuese posible le resultaba alentador, sólo alentador.

martes, 25 de agosto de 2009

Dolor

Otra vez nos vemos las caras, viejo amigo, no te recordaba o por lo menos no de esta manera. Te ves más frío y demacrado que de costumbre y esta vez tu dulce sabor me resulta tan amargo... Todavía sueño en algunas noches que te pierdes y jamás volvemos a encontrarnos, en realidad es en lo primero que pienso las pocas veces que logro olvidarte del todo, que quizás por esta vez no vuelva a verte, pero cada vez me sorprendes y de una manera nueva y distinta, cada vez más tú, cada vez más difícil se me hace olvidarte y volver a pensar que no existes. Recuerdo antaño, nos veíamos de vez en cuando, cuando se me rompía algún juguete, cuando todavía no me hacían llorar las chicas. A ratos envidio aquellos tiempos, donde lo más importante estaba fielmente rodeado de pequeñas cosas, algunas materiales y algunas otras no y no importaba cuánto puedas llegar a querer, sino cuánto estás dispuesto a ensuciarte. Miro con tristeza algunos tiempos de atrás y no puedo evitar sonreír con nostalgia, añorando en silencio aquellos momentos amargos que en tiempos de flaqueza siempre recordamos como mejores... ¡qué tiempos aquellos! Dolor, viejo amigo, ¿por qué me visitas en esta ocasión? Ambos sabemos que somos buenos amigos, pero a pesar de todo no te echo en falta, ¿por qué me torturas y te posas cruelmente sobre mi hombro? Te invito nuevamente a que te sientes a mi vera, en el rincón frío y oscuro, para que veas que una noche más me dejo ganar en mi diario pulso a la locura. Quizás estas ninfas que me rodean sepan cómo nos sentimos tú y yo, fiel amigo y quizás sólo un poco de nuestro llanto sirviese para amargar sus dulces mejillas y fruncir sus rostros de porcelana. ¿Por qué has vuelto?

sábado, 15 de agosto de 2009

Soledad

Es como una sensación, un sentimiento que se forma lentamente y cobra fuerza en mi imaginación, algo que me lleva a pensar que nuestros actos, cuanto hacemos, siguen algún tipo de orden o ley mística, que no ocurre nada porque sí, como si una fuerza extraña impulsase a las cosas a ser como son, como si todos fuésemos marionetas regidas por unos interminables hilos que nos mueven a su antojo. Te invito a que te sientes aquí a mi vera, en mi rincón oscuro, donde cumplo mi condena en silencio, en soledad. Es triste e inimaginable a la vez el ser capaz de sentirse igual que el vacío, te invito a que vengas donde nuestras heridas se unen y el dolor es compartido, siendo así sólo medio dolor. Vamos, siéntate a mi lado, no tengas miedo, prometo no tocarte con mi mano fría, ¿acaso le temes a la soledad?

miércoles, 12 de agosto de 2009

Con más ganas de escribir que de respirar

Sigo aquí esperando, marchitándome cada día un poco más y quemándome por dentro a la vez. Es como algo vivo dentro de mí, como algo con una voluntad superior que me guía y ordena las cosas. Es algo contra lo que uno no puede luchar, y cuanto más lo intentes, será peor. En cierta ocasión intenté hacer como que no existía, que nunca me había ocurrido, en definitiva, intenté hacerme creer a mí mismo que yo no tenía un problema. El tiempo me dijo lo contrario, y es que una vez sientes que es el mismísimo reloj quien te susurra, está clarísimo que tienes un problema. Intenté luchar contra ello, pero definitivamente es superior a mí. En ciertas ocasiones he tenido la tentación de mandarlo todo a la mierda, de darme un suspiro a mí mismo y poder descansar de una vez por todas, pero siempre me pide más y más. En una ocasión te pregunté cómo lo haces tú para poder vivir con ello y recuerdo perfectamente que me respondiste: "sé como el agua". Nunca entendí tu afirmación, pero pienso que es lo más bonito que escuché jamás. No sé como es el agua, pues nunca tuve el placer de poder ser como ella, pero lo cierto es que debe ser maravilloso. Volviendo a mi adicción, ¿nunca has sentido la imperiosa necesidad de hacer algo? Como si todo lo que llevas dentro se precipitase a un mismo punto, a la altura del pecho e hiciese cuanto pudiese por salir al mismo tiempo que el resto. Como si cada vez que respirases lo hubieses hecho más rápido que la anterior y una extraña sensación de asfixia, como si el aire fuese un preciado bien que no nos correspondiera. El pulso tiembla y no puedes pensar en otra cosa. Se trata de una sensación muy difícil de describir, en realidad lo es tanto como describir lo que sentimos al estar enamorados o llenos de ira. Ah, se me olvidó decir que el corazon palpita con más fuerza cada vez, como un guerrero que lucha cada vez más y más por hacerse con la victoria. Los hay que son adictos a las drogas, al alcohol, al juego o incluso al sexo, en cambio yo, cada vez que algo sucede, soy consciente de que tengo que plasmarlo en una hoja para poder recordarlo mientras viva, y es que todos los buenos recuerdos vivirán mientras los recordemos.

sábado, 8 de agosto de 2009

Colocón

Todavía sigo aquí, encerrado entre estas cuatro paredes, esperando a que vuelva. Sé que volverá. Le conservo como si de un recuerdo se tratase, frío y distante casi siempre, aunque muy cercano y cálido cuando no puedo dejar de pensarle. Miro hacia atrás en el tiempo y no puedo dejar de sentir que siempre estuvo allí, que nunca faltó en mi vida, que nunca hubieron lágrimas tras su marcha. Pero ahora ya no está aquí. Me queda de su recuerdo un amargo, aunque a la vez dulce olor, una especie de embriagador perfume que me acompaña todas las noches y me permite soñar tranquilo durante unas horas, no sin después despertarme sudando, agitado y queriéndome volver a dormir para poder verle una vez más. No es que esté encerrado, realmente la puerta está abierta, pero es que no quiero dejar este lugar, porque: ¿y si regresa y no me encuentra? Comer y beber es prescindible, verle no, aunque fuese sólo por unos minutos, o quizás segundos.

jueves, 6 de agosto de 2009

Pulso a la locura

Tenía mucho sueño, pues acostumbraba a acostarse muy tarde. A pesar de ello, le despertó la música del piano que se colaba por su puerta medio cerrada. Estaba oscuro y no podía distinguirse casi ni un solo ápice de luz, salvo un pequeño rayo que se colaba por un pequeño agujero de una de las cortinas, probablemente alguna inocente polilla se habría dado un festín. Le estresaba tener que madrugar, y más que le despertasen, aunque aquello le provocaba cuanto menos curiosidad, porque él vivía solo, o al menos desde que su amada sucumbió ante la tisis. Se desplazó lentamente por el lúgubre y angosto pasillo y se detuvo por un instante, justo antes de entrar, para poder escuchar detenidamente las notas de la melodía, "si se trata de un ladrón, al menos tiene buen gusto para la música". Le palpitaba el corazón y el hecho de llevar un pijama a rayas de color azul claro y azul oscuro le provocaban una irremediable sensación de vergüenza. Al tocar el pomo de la puerta, un escalofrío le recorrió todo el cuerpo, pues éste estaba helado. Se acarició el bigote y se colocó nerviosamente las gafas, luego giró el pomo y abrió rápidamente la puerta. La música cesó. Al entrar no pudo evitar hacer crugir las maderas del suelo, y lo más sorprendente, no había nadie allí. La chimenea estaba apagada, tal y como la dejó la noche anterior. Las enormes estanterías seguían repletas de libros y la mesa seguía igual de repleta de basura que hacía algunas horas. ¿Qué había pasado? ¿Acaso se trataba de otra pesadilla? ¿Y de una broma de mal gusto? "Habrá sido mi imaginación", se dijo. Se dio media vuelta y agarró el pomo helado de la puerta, disponiéndose a salir, cuando de pronto escuchó tocar una tecla del piano. Raudo, se giró e inspeccionó toda la habitación. No encontró a nadie. Desquiciado, aunque refugiándose de nuevo en su imaginación, se decidió a abrir de nuevo la puerta, tocando un pomo cada vez más helado, cuando súbitamente volvió a sonar el piano y esta vez, sin girarse, abrió la puerta, justo después de echarle su último pulso a la locura y cuando dio el primer paso, sonó el piano como si hubiese recibido el más fuerte de los golpes. Con su corazón en un puño, se dirigió hacia el retrato de su amada que había colgado en lo alto de la chimenea. "¡¿Sois vos, amada mía?!" Recordó entonces, que en su lecho de muerte, ella le pidió que jamás la olvidara y que siempre estaría con él. "¿Acaso creéis que os he olvidado?", dijo con la mirada fija en el enorme cuadro, "¿Acaso creéis que deseo algo más que dejar esta vida para volver con vos?", dijo, aunque esta vez una lágrima se deslizaba lentamente, naciendo de su ojo izquierdo y deslizándose hasta su mejilla, para luego perderse. Repitió lo mismo una y otra vez, aunque golpeando con fuerza la pared que sostenía el cuadro. Como si de por arte de magia se tratara, el cuadro cayó de la chimenea, hasta aterrizar con su esquina en la cabeza de él, haciéndole caer también y golpeándose fuertemente la cabeza contra la chimenea. Lo último que escuchó, fue una sonrisa, seguida por el sonido de una tecla del piano. Luego se volvió todo negro y reposó para siempre, tendido en el suelo y apoyado en un colchón de su mismísima sangre.

lunes, 3 de agosto de 2009

Juegos y lágrimas

Era una noche oscura, pues las grises nubes tapaban a sus fieles compañeras que le habían acompañado durante todas las pasadas noches, las estrellas. La luna se escondía tímidamente, sacando de tanto en tanto su brillante rostro para echar un ojo al joven viajero. Cabe decir que no era joven, ya que tenía el rostro algo demacrado y con algunas arrugas. Algunos de sus cabellos ya se habían tornado grises, lo cual tampoco le era muy favorable a la hora de pensar que podía ser joven, pero había algo que hacía indiscutible el llamarle así, y es que él todavía se sentía como si tuviese 14 años. Solía culpabilizarse de vez en cuando por considerarse un Peter Pan del siglo XXI, pero qué importaba, ¡al diablo con la sociedad! De veras regresaba a su niñez cuando llovía porque salía de cubierto para jugar en el barro, lo que más le devolvía a la vida era ponerse perdido de fango. Cuando había terminado de jugar con la tierra más que húmeda o en su defecto dejaba de llover, solía mirarse al espejo y medía su nivel de felicidad por cuanto barro llevaba encima. Él creía recordar que alguna vez le había llegado hasta la barba, ¡qué día aquél! Pero no nos desviemos del tema central, amigos, los recuerdos no dejan de ser recuerdos, a pesar de que algunas personas sean capaces de vivir eternamente de ellos. Las nubes, llenas de tristeza por haber ocultado a las estrellas, se estremecieron y gritaron, gritaron un fuerte rayo que cayó muy lejos, pero que hizo vibrar todo el suelo. El joven, ni se inmutó ante tal desgarbeo, aunque aquello le trajese recuerdos, recuerdos de días lluviosos. Las nubes siguieron entristeciendo y tal fue su sentimiento de desdicha que rompieron a llorar. Pronto le vino el olor a tierra húmeda y poco a poco fue haciéndose consciente de los besos de la lluvia sobre su rostro, aunque aquella vez no se puso a jugar, pues cerró los ojos y no sin antes volver a echar un último vistazo a la realidad, pudo verse tendido en el suelo, con unos hombres vestidos de colores muy chillones que habían salido de las ambulancias y le daban golpes muy fuertes en el pecho. Miró a su otro lado, y un hombre intentaba contener a los curiosos que querían al parecer, ser partícipes de aquello. Unos lloraban, otros se escandalizaban y unos pocos miraban de unas maneras muy extrañas. Dio por concluído su juego y miró por última vez a las nubes, que dejaron de llorar, luego cerró los ojos y vio pasar muchos momentos de su vida muy deprisa por delante de sus ojos, luego todo negro, después nada.

domingo, 2 de agosto de 2009

Tempus fugit

Consumía su tiempo cigarro a cigarro, viendo pasar cada segundo de su vida por delante de sus ojos, esperando a nada en concreto. No es que le quedase poco tiempo, o no por lo menos que él ni nadie supiese, pero no era la clase de persona que dijese con frecuencia frases como: "el tiempo es oro" o "tempus fugit". Tampoco es que no las dijese porque para él el oro fuese de color blanco y en polvo, o porque nunca en su vida hubiese escuchado ni una palabra de latín, sino porque probablemente nunca se había planteado qué hacer con su vida, y si lo hizo, había perdido ya la ilusión. Pero él sólo pensaba que era desgraciado algunas veces, y es que es inevitable que de vez en cuando la vida nos trate mal, sin embargo he de reconocer que cuando era su turno se lo tomaba de una manera pésima, pensando entre otras cosas que a nadie podía sucederle algo peor que a él. Por otra parte se sentía el hombre más afortunado del mundo cuando salían tres figuras iguales en la máquina y se podía deleitar con un agradable estruendo de monedas chocando contra la ranura, a decir verdad se sentía realmente bien cuando sólo por algunas horas llenaba sus bolsillos con infinidad de monedas. Aspiraba con la nariz con gusto hasta la última de aquellas monedas, era también un hombre de excesos y los excesos le llevaban a lo más alto de su ego, para arrojarle algunas horas más tarde por sorpresa hasta hacerle tocar el frío suelo, irónicamente, con su nariz, y es que pasaba de ser el hombre más grande(o por lo menos eso le gritaban los nobles caballeros de rojas narices y fétidos alientos a alcohol barato que aposentados en robustos taburetes, anhelaban que les invitase a otra copa más) a llorar desconsolado, siendo consciente quizás sólo por aquel momento de deliberada tristeza de lo miserable que podía llegar a ser la existencia de un ser humano, de cómo había tirado su vida una noche más por el retrete, o mejor dicho, de cómo la había esnifado una vez más.